
Cruenta es la incertidumbre
Arañando los tuétanos heridos,
Tomo ya por costumbre
Hacer mínimos ruidos
Cuando intuyo en mi piel los estallidos.
Creciendo telarañas
Entre las oquedades de mi pecho,
Tiñendo mis pestañas
De ese árido barbeche
Cincelando este yugo que es acecho.
Lloviznando cristales
En la inconclusa herida del deseo,
Que horadan los umbrales
De aquello que escaseo
Y de haberes en ruina que poseo.
Mordiendo los temores
Entre opacas pasiones sin miradas,
Donde rocío flores
A menudo ya ajadas
Laceran sus podridas quebrantadas.
¿Qué es aquello que etmo
Que provoca ateridas mis arcadas?
Más… no siendo al supremo
Ni del diablo pisadas.
¿Por qué mi corazón tañe horcajadas?
Sea acaso guadaña,
O la sombra altanera del errado
O quizás sea saña
El recorrido andado,
Con mi sueño en camino ya olvidado.
Temo a la vida y muerte,
Y consagrando el cáliz de mis días
De negra linfa vierte
Estas esencias mías
Copas que de venganzas están frías.
Este desasosiego
Mutila los inhóspitos parajes
Que a sabiendas yo niego,
De esta mi savia ultrajes
Escondida en los páramos salvajes.
¡Flagelo mortecino!
En trazos despedazas corazones.
¿Será acaso mi sino
Perderme entre razones,
Sin lamer de la vida sus pasiones?
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